Llegamos tarde a Humo Negro, sí. Veníamos de la experiencia de Afluente y después de caminar unas pocas cuadras, dimos con esa casa de letrero discreto que esconde una propuesta especial. Su onda me transportó a algo entre lo que fue BLCK y lo que hoy es Artemisa: paredes oscuras, luces puntuales y una atmósfera que coquetea más con la vibra de un bar que con la de un restaurante.

Ellos se definen como «fine dining grunge», y se nota. Inspirado en la cocina japonesa y con mucho detalle en las preparaciones, se siente la creatividad, las mezclas de sabores y harta imaginación en los platos y coctelería. La música que se escucha en el lugar es muy de los años 90/2000.

Humo Negro abre de martes a domingo, y desde las 6:30PM y hay que reservar.

Al llegar, teníamos un menú escogido por el Chef = un omakase, en donde habían 12 tiempos que no logramos probar por completo por haber llegado tarde. Pero nos sirvieron un espumante de Brasil para comenzar junto con un Otoshi (un aperitivo inicial). Jaime se acercaba para presentar tiempo por tiempo a la mesa, explicando los ingredientes y el maridaje que se había elegido para cada tiempo con mucho detalle. También el equipo estaba atento a cualquier situación.

Acá les mostraré un poco de lo que si probamos en el restaurante como el Tartar de Camarón, la Ensalada de la Casa, Manzana de Palmito, los Tubérculos Andinos, el Pato, y el tiempo dulce.

Y así, entre la oscuridad y los sonidos noventeros, Humo Negro demostró por qué es un lugar que hay que conocer y que por suerte podré ver en el almuerzo que habrá en Fukasawa el próximo miércoles 25 de junio a las 13 hrs.

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